Dichosas las siervas de la
Iglesia, que poseen el corazón de esta madre.
Dichosas las caminantes de
Dios, que en el silencio místico de la comunidad estudian los caminos del mundo
que manana recorreran para llegar a la gente.
Dichosos estos ángeles del
Señor en busca de los hombres que han perdido o nunca han conocido el camino de
la Iglesia.
Dichosas las colaboradoras de
la misión sacredotal, que anuncian en silencio a Jesucristo, camino, verdad y
vida.
Dichoso el perfume de pureza,
de amor y de humildad que dejan a su paso.
Dichosas las imitadoras de María, que presentó a Jesús a los pastores, a los magos, al templo, a los discípulos y al mundo.
Dichosas las Hijas de San Pablo, que tienen el corazon de este padre, dan la palabra del padre, y sufriendo, rezando y actuando con él, realizan la tarea que el Señor les ha encomendado.
Dichosas las Hijas de San Pablo, que tienen el corazon de este padre, dan la palabra del padre, y sufriendo, rezando y actuando con él, realizan la tarea que el Señor les ha encomendado.
Desde todas las partes del mundo los caminos convergen en un punto de encuentro: ahí está Jesús, que os ha dado una cita: “Venid, vosotras, benditas de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotras desde la creación del mundo” (Mt 25,34).
Descienda sobre ellas la
bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y las acompañe para que
caminen y lleven frutos duraderos, para gloria de Dios y paz de los hombres. Amén.
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