Cuántas
veces, en el camino de nuestra vida como discípulas de Jesús, se cruzó un ángel
que nos dijo: “Alégrate, el Señor está contigo”, cuántas veces sentimos ese
Amor que nos busca, que sale a nuestro encuentro, que toca a la puerta de
nuestro corazón. Pero no siempre estamos dispuestos a entregarnos a Dios como
lo hizo María. Tal vez nos queda mucho que profundizar en su amor, en ese amor
que es el camino para construir una sociedad más justa, solidaria y fraterna.
Todos estamos llamados a traer a Jesús al mundo cada día y ser, como María,
fuente de nuestra vida y de todas las personas en este mundo.
Rezamos
juntos esta oración escrito por el Beato Santiago Alberione, fundador de la
Familia Paulina.
Oración a la Reina de los Apóstoles:
Te doy gracias, Jesús misericordioso, por habernos dado por madre a María; y te doy gracias a ti, María, por haber dado a la humanidad al Maestro divino, Jesucristo, camino, verdad y vida; y por habernos aceptado a todos como hijos en el Calvario. Tu misión está unida a la de Jesús, que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Por eso, yo, agobiado por mis pecados, ofensas y negligencias, me refugio en ti, madre, como esperanza suprema.
Vuelve a mí tus ojos
misericordiosos; tus cuidados más maternales sean para este hijo enfermo. Todo lo
espero por tu intercesión: perdón, conversión y santidad.
Forma entre tus
hijos una nueva clase: la de los más infelices, en los que abundó el pecado
donde había abundado la gracia. Será la clase que más te conmoverá. Y recíbeme
en ella.
Realiza el gran milagro de transformar a un pecador en apóstol. Será un
motivo de gloria para tu Hijo Jesús y para ti, madre suya y mía. Todo lo espero
de tu corazón, madre, maestra y Reina de los apóstoles. Amen.
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