El
pontificado de Juan Pablo II, desde su inicio hasta su conclusión, ha sido una
peregrinación apostólica por el mundo entero. Ninguna consideración médica,
ningún cálculo político frenaban su determinación de acudir allí donde su
presencia era deseada y esperada. Su intención, oración, acción y magisterio
hacen de Juan Pablo II uno de los mayores misioneros del siglo XX.
Lugares,
personas, acontecimientos, conmemoraciones, canonizaciones, encuentros masivos
y privados, hitos históricos y pequeños eventos de crónica... se acumulan en el
gran mosaico de esta ininterrumpida peregrinación por el mundo.
Veía
con ojos contemplativos las personas y los lugares. Juan Pablo no encontraba
masas sino multitudes, personas. Cada una, un misterio.
Esta
espiritualidad que animó a Juan Pablo II, su rico magisterio y, sobre todo, la
intencionalidad, magnitud y amplitud de su acción hacen de este gran misionero
del siglo XX un modelo para quienes el Señor de la Mies se digne llamar a su
servicio para cumplir,
en el tercer milenio cristiano, la misión que Cristo
Redentor ha confiado a la Iglesia y que está aún lejos de cumplirse, pues –así
lo sentía Juan Pablo II– se halla todavía en los comienzos.